jueves, 11 de abril de 2013

Crónica BMW GS Riders Marruecos 2013 (parte 2)

El desierto.


Lunes por la mañana y la jornada grande del desierto por delante: 180 kilómetros de arena, polvo y lagos secos. Genial. Cuando creí que tenía controlada la arena, me vine arriba y di con mis huesos en el suelo. Menuda pedazo de hostia en un arenal por entrar rápido. A ver, para los que se inician en la arena: hay que entrar a poca velocidad y dar gas para mantener el tren delantero arriba para “navegar” por ella. La moto dará bandazos, sobre todo si ya hay rodadas, pero si lo pasas con decisión no te caerás. Como entres a 70 km/hora y pretendas hacer lo mismo sin mucha experiencia, los bandazos serán más violentos y uno de ellos te tirará al suelo con fuerza. Así me pasó a mí. Suerte que caí en blandito y llevaba la coraza de enduro, porque golpeé el manillar con mis costillas a unos 50 o 60 km/hora. Yo, un golpe fuerte sin consecuencias y la moto con un par de enganches de la cúpula rotos y el manillar un poco torcido, pero nada que no se pudiera enderezar. A partir de entonces mi moto fue naked. Quedaba muy “racing”, como dijo Juanito.

La moto ya naked

Ir por el desierto en moto es una gozada. Como no hay caminos, puedes ocupar el ancho que te dé la gana y cuando la dureza del terreno te lo permite puedes acelerar y disfrutar del paisaje. Vas con cierta velocidad y tienes que andar con mucho ojo ante las irregularidades del terreno. Por una parte están los baches, que estas motos se tragan moderadamente bien, pero que si son demasiado grandes irás al suelo. Por otra parte está la arena. No es nada infrecuente que la solidez del suelo cambie para convertir un apacible paseo en un número de funambulismo con desenlace incierto, o toparte con los rios de arena que en ocasiones entorpecen tanto la marcha, que hasta llegan a pararla para analizar bien la situación antes de cruzarlos y no quedar encallado. En cualquier caso hay que ir concentrado en la conducción para dar tiempo a la reacción ante un imprevisto. Te vas a caer varias veces seguro, como en todo terreno off-road, pero si vas con prudencia las caídas no tienen consecuencias porque la mayoría de las veces lo que realmente ocurre es que se te cae la moto a bajas velocidades, más que caerte tú.

Pedazo de picnic en unas dunas
Preparados para atacar un río de arena
Otra vez a subir a las motos...

Esta jornada se me hizo dura. La tensión, el calor, los kilómetros y levantar las motos, van acabando con tus fuerzas. Por la noche no me podía creer que todavía fuera lunes. ¡Si estábamos casi al principio y ya estaba exhausto! Pero el cuerpo aguanta más de lo que crees. A la cama y mañana ya veremos.

Esto cansa

Alojamiento en medio del desierto

Amaneció el martes con el sol avisando que iba a dar guerra durante todo el día. 130 kilómetros con más arena y tramos más pedregosos. Que fueran menos kilómetros y fuésemos a tardar lo mismo, nos hacía pensar que la cosa se iba a complicar un poco más. Pues claro que sí. No hay día que no pase nada. En éste me toco pinchar, pero el entorno merecía mucho la pena. El desierto se abría ante nosotros expandiéndose en un big bang de polvo y piedras, salpicado por colinas requemadas y medio consumidas por el fuego de un sol inflexible, que arremete con violencia contra todo aquello que se atreva a existir en sus dominios. Sólo íbamos de paso con una botella de agua a la espalda, como submarinistas en un mundo al revés, y todo lo que quería hacer era intentar retener aquella sensación. Todavía puedo evocarla y recordarla con claridad. Después, cuando mi memoria humana empiece a confundirla, volveré para revivirla.



Ir con Roc a este viaje es una garantía de que vas a ir por sitios únicos. Mientras en estas fechas (Semana Santa) dicen que es posible encontrarte pistas con atascos en los alrededores de las dunas de Erg Chebbi (Merzouga), puedes tener la seguridad que no te vas a encontrar a casi nadie. Es lo que tiene la experiencia. Además, se hace muy curioso ver cómo otros viajeros en moto que te vas encontrando por la carretera, en locales de pequeños pueblos o en gasolineras, lo conocen o han oído hablar de él. Se acercan a saludarle y a menudo a preguntarle por alguna zona cercana. Toda una institución, el del pelo blanco, a pesar de que él diga que está en una de las trincheras más duras de la profesión, organizando este tipo de viajes en moto. No lo dudo, pero para el que participa es una suerte.







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