Ya teníamos pensado hace tiempo salir con las motos un fin de semana hacia la costa cantábrica. Sabíamos de sobra que iba a ser corto pero intenso, ya que muchos de nosotros conocíamos la ruta perfectamente, pero es que es de esas rutas que le tienes un cariño especial por los paisajes, las carreteras, la gastronomía y la gente tan cercana y amable de nuestro norte peninsular. Salimos el viernes lo antes posible después de mediodía (aunque como siempre por unas cosas o por otras, siempre salimos más tarde de lo que normalmente planeamos). Para esta salida de fin de semana no teníamos muy claro qué ropa llevar, ya que íbamos a salir de Madrid con calor, pero llegaríamos al pie de la montaña palentina casi al anochecer y a la mañana siguiente temprano tendríamos que atravesar el Parque Natural de Fuentes Carrionas, hasta llegar a Potes. Al final pues un poco de todo, la cazadora y guantes de verano, pero por si acaso, llevábamos también algún forro, la capa de lluvia que podía hacer de cortavientos y alguna sudadera que otra, pero poco más.
Nuestro checkpoint para pasar la noche iba a ser Cervera de Pisuerga, esta pequeña localidad palentina que hace de entrada al Parque Nacional de Fuentes Carrionas. Para llegar hasta allí decidimos no saber nada de la autopista y hacer nuestro recorrido por nacionales atravesando Segovia, Valladolid y Palencia. Llegamos a Cervera de Pisuerga con algo de fresco, llegando a marcar el termómetro de la moto 10 grados, nos tuvimos que poner alguna sudadera y capa de lluvia. La peor parte se la llevó Álex que vino tiritando de frío unas cuantas horas más tarde, en parte porque salió más tarde de Madrid y en parte porque no tenía su día. Se pasó hasta Reinosa dando un importante rodeo. Al final nos pudimos juntar todos en el sitio donde , después de una ligera cena a base de hamburguesa y cerveza, estábamos tomando una copichuela antes de irnos a dormir.
El equipo en Cervera de Pisuerga |
El sábado amaneció con un sol espectacular pero como teníamos que subir la montaña palentina hasta el mirador de Piedrasluengas, no quisimos fiarnos demasiado y nos dejamos alguna sudadera debajo. Atravesar el parque a las 10:00 de la mañana con apenas un par de coches en todo el recorrido, la montaña vestida de alfombra verde y el sol acariciándote la poca piel que te deja al aire libre el casco con la visera abierta es difícil de explicar. Paramos a observar el espectáculo de la naturaleza en el mirador de Piedrasluengas. No supimos si era por la fotografía que teníamos delante de los picos de Europa con sus cumbres nevadas o por los verdes y frondosos valles, pero la pata de cabra de la moto de Richi quiso tomarse sus propias vacaciones al ver semejante panorama.
Es ver la hierba.. y a pastar. |
Continuamos nuestro camino entrando ya en Cantabria y atravesando los pequeños y modestos pueblos de Liébana. Menos mal que no era la hora de comer para haber degustado un buen cocido lebaniego, pero ya nos desquitaríamos de otra forma más adelante. Decidimos parar en el precioso pueblo de Potes para volver a admirarlo, observarlo, saborearlo. Tanto fue así, que de buena gana saboreamos unas fresquísimas cervezas acompañadas de unas croquetas de cecina......(llegamos a tener cierto arrepentimiento de no desayunar el cocido lebaniego).
Hidratándonos en Potes... |
Salimos de Potes con un tiempo y temperatura perfecta para pasar (no os imagináis lo que nos encantaría que alguien nos corrigiese) por el desfiladero más espectacular que hemos pasado jamás en la península. Esa carretera sinuosa que acompaña perfectamente la orografía del cañón, cada curva que tomas ves a unos centímetros de ti las paredes naturales de la roca, esos puentes que unen ambos lados con un Deva más que caudaloso y sus aguas verde turquesa semibravas, donde puedes ver que algunos deciden hacer el mismo recorrido que tú pero en otro medio. Que nosotros conozcamos, la entrada a Asturias por la montaña palentina y el desfiladero de la Hermida es la más bella y espectacular para disfrutar en carretera.
¡Qué espectáculo! |
Como no podía ser de otra forma, teníamos reserva para comer en Caviedes, un pueblecito a unos kilómetros de San Vicente de la Barquera. Primeramente llegamos y vimos el gran premio en "La Catedral" con unas cervezas bien frías y un queso azul de la zona para después pasar al comedor y comprobar que , quien nos había recomendado el sitio no engañaba, se comía muy bien y desde luego para nada caro. Degustamos unas fantásticas alubias rojas, cocido montañés, superalbóndigas (no sabríamos describirlas de otra manera), bocartes, muy buena carne y una tarta de queso de postre más que espectacular.
¡El albondigón! |
Como aquéllo había que bajarlo de alguna forma, nos pareció buena idea acercarnos a la costa cerca del Parque Natural de Oyambre, así que preguntando a la gente del restaurante, nos recomendaron la playa de Oyambre, donde algunos de nosotros nos dimos un baño de esos que te dabas cuando eras pequeño disfrutando de las olas diciendo cosas como "hay que ver qué fuerza tiene el agua". Efectivamente el agua puede tener mucha fuerza, pero hacías más tú por tirarte junto a la ola que la misma en arrastrarte. Antes de que anocheciese bajamos a San Vicente de la Barquera a dar un paseo y tomar algo, para luego cenar de raciones, como se cena en el norte, a base de riquísimos pescados y demás crustáceos acompañados de un rico y fresco vino blanco joven.
La playa de Oyambre |
San Vicente de la Barquera |
Al día siguiente decidimos volver por Comillas, valle del Pas y el puerto del Escudo, que disfrutamos nosotros solos prácticamente. Había alguna otra moto que subía pero poca cosa. Decidimos parar en la parte más alta para hacer un descanso y unas fotos al precioso valle pasiego que se veía junto a nuestros pies, más verde que nunca por la primavera que hemos tenido este año. No podíamos culminar este grandísimo fin de semana sin un colofón que estuviese a la altura, así que nos dirigimos a Burgos por la nacional que atraviesa las hoces del Ebro y el Rudrón. Fue el último largometraje del día para nuestros ojos. Paramos a comer en Escalada pero un paisano, muy amablemente, nos recomendó otro sitio a unos pocos kilómetros. Después de comer, puesto que nos pillaba de paso, fuimos a ver y refrescarnos los pies (porque era imposible refrescarse otra cosa) a el pozo azul de Covanera.
El pozo azul |
Como podéis comprobar, no hace falta tener 10 días para hacerse una gran ruta, la aventura no entiende de tiempo ni distancias.
¡¡Hasta la próxima!!
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