Crónica de la ruta en bicicleta de montaña desde Pelayos de la Presa hasta el embalse de San Juan, pasando por la presa de Picadas y las famosas Zetas de San Juan.
Esta vez tuvimos que darnos un madrugón de los que hace daño sólo pensarlo. Habíamos quedado en el restaurante situado en la M501, junto al puente que pasa por encima del río Alberche entre los embalses de San Juan y Picadas, a las ocho de la mañana. Es verano y conviene comenzar muy pronto para evitar las horas de calor insoportable. Al final, debido a las horas tan tempranas llegamos incluso pronto y a las siete y media ya estábamos allí, y el restaurante cerrado, con lo que decidimos hacer un cambio en la ruta y comenzar en Pelayos de la Presa, para poder tomar un café allí mientras esperábamos a Richi.
Esta vez tuvimos que darnos un madrugón de los que hace daño sólo pensarlo. Habíamos quedado en el restaurante situado en la M501, junto al puente que pasa por encima del río Alberche entre los embalses de San Juan y Picadas, a las ocho de la mañana. Es verano y conviene comenzar muy pronto para evitar las horas de calor insoportable. Al final, debido a las horas tan tempranas llegamos incluso pronto y a las siete y media ya estábamos allí, y el restaurante cerrado, con lo que decidimos hacer un cambio en la ruta y comenzar en Pelayos de la Presa, para poder tomar un café allí mientras esperábamos a Richi.
Una vez desayunados, dejamos los coches en el parking de tierra del bar-restaurante de Pelayos de la Presa (ya que la ruta no va a ser circular, unos amigos recogerán más tarde los coches para llevarlos hasta el destino, donde tenemos encargada una paella). Salimos de Pelayos en dirección a la presa de Picadas abandonando la carretera en unos pocos kilómetros para coger la pista que transcurre en paralelo al río Alberche. La pista es buena y sin desnivel, además de transcurrir por un bonito entorno, lo que lo hace perfecto como primera parte de calentamiento.
Tras unos seis o siete kilómetros de pista, llegamos a la
presa de Picadas, donde se acaba el llano y comienza el ascenso hacia las zetas
de San Juan que teníamos previsto hacer. Y digo teníamos previsto, porque la
ruta la hicimos sobre el mapa con Google Earth, no siguiendo ningún track que
nos hubiésemos bajado, y esto tiene sus inconvenientes. Después de varios
intentos de coger las pistas que me indicaba el gps que debíamos seguir, nos
dimos cuenta de que no iba a ser posible, ya que toda la zona se encuentra
vallada por una finca privada. Viendo el mapa topográfico, parecía que sólo
teníamos dos opciones; seguir ascendiendo por carretera hasta Villa del Prado,
para luego desde allí ir por pista hasta las zetas, o volver sobre nuestras
rodadas hasta Pelayos de la
Presa e intentar subir las zetas, para luego bajarlas y
continuar desde allí con el track previsto.
Al final nos decidimos por la segunda opción, puesto que ir
hasta Villa del Prado era demasiado largo y tendríamos que quitar la parte
final, del embalse de San Juan, que nos apetecía mucho hacer. De esta forma,
volvimos dirección Pelayos, y Richi, uno de los nuestros, decidió quedarse pensando
que la parte que quedaba iba a ser demasiado dura para su estado de forma, y
seguimos los tres restantes. Nos acercamos a las zetas para comenzar su
ascensión y… la hostia. El calor ya pegaba fuerte, la pendiente es muy dura y
para colmo es bastante técnica, llena de zanjas, arena suelta y piedras de gran
tamaño. Desde luego todo un examen tanto de forma como técnico. En este caso
Rubén fue víctima del mismo y tuvo un par de caídas, por lo que decidió
seguir subiendo, pero pie a tierra y empujando la bici. Los otros dos
consiguieron subir, teniendo que echar pie a tierra también en alguna ocasión.
Eso sí, la sudada que nos metimos fue épica, pero rápido nos repusimos arriba,
nos hidratamos y comimos algo, para lanzamos hacia abajo. La bajada es divertidísima,
con unas veinte curvas, con peralte a favor, y zonas muy lentas por rotas y
otras en las que se puede soltar frenos y coger una razonable velocidad. Aquí tenéis el vídeo, donde aparece el descenso de las zetas.
Después de soltar algo de adrenalina, paramos un momento a
dar más presión a las ruedas, puesto que las habíamos bajado un poco para
bajar, y atravesamos el pueblo de Pelayos de la Presa en dirección a la
presa de San Juan. Sin llegar a ella y tomando dirección oeste, nos encontramos
de nuevo con una importante y larga subida, o al menos eso nos pareció a
nosotros. Ya sabíamos que la subida a las zetas acabaría pasando factura.
Llegamos a la cumbre del cerro, y bajamos en dirección a la orilla del embalse.
Esto sí que no nos lo esperábamos. Después de tanto oír hablar de las zetas,
nos encontramos una trialera de bajada, que sin ser una barbaridad, sí que es
bastante más complicada que estás últimas, aunque se puede realizar
perfectamente teniendo cierto cuidado en un par de puntos algo más complicados.
Una vez pasada la misma, Sergio había soltado toda la
adrenalina que le quedaba, puesto que era la primera vez que se enfrentaba a un
obstáculo ya de cierta entidad y bajaba con una mezcla de emoción y acojone,
que sólo el que lo vive sabe de qué le hablamos. Nada mejor para relajarse, que
un buen bañito en un agua cristalina, de tono verdoso y en la más absoluta
soledad, que es la recompensa que nos tenía preparado tan sinuoso y caprichoso
sendero.
Era ya la una y cuarto cuando decidimos seguir, puesto que
la paella la teníamos reservada para las tres, así que seguimos rectos por “la
playa” hasta que volvimos a encontrarnos otra fuerte rampa de subida que nos
lleva a la urbanización de Veracruz. Aquí comenzó nuestra
odisea por intentar salir de la misma, pues resulta que es privada y tiene un
único punto de acceso a través de una enorme puerta automática corredera.
Después de más de media hora intentando encontrar un punto de salida, y de ver
cosas tan inverosímiles como un avestruz en el jardín de una casa, junto a la
piscina y los niños… decidimos que la situación era absurda y decidimos saltar
la valla pasando las bicis por encima. Sinceramente estábamos tan quemados que
nos daba igual si nos veían o si quería llamar a seguridad o a quién les
saliese de los cojones. Sólo queríamos salir de ese sitio infernal, para el que
no habíamos saltado nada para llegar…
Una vez fuera de esa locura, ya no podíamos seguir el track
original para ir al restaurante, puesto que discurría por dentro de esas
urbanizaciones. Preguntando al final logramos encontrar la única forma de
llegar, que fue coger un trozo de carretera de unos kilómetros hasta una pista
que nos llevaría en una media hora hasta San Martín de Valdeiglesias, y de ahí
coger la carretera de Virgen de la
Nueva de nuevo hasta la misma orilla del embalse, donde se
encuentra el restaurante. Esta última parte, principalmente la subida por dicha
carretera desde San Martín de Valdeiglesias, se nos hizo especialmente dura,
puesto que al final nos salieron casi 50 kms, y teníamos las piernas muy
resentidas de tanta cuesta y tanto calor. Pero finalmente, y después de un
rápido descenso por carretera, llegamos sobre las dos y cuarto al restaurante
donde nada más llegar nos esperaban unas merecidas jarras de cerveza, y un
buen rato de conversación contando nuestras batallitas a nuestra gente en compañía de un vino y
una buena paella (o como algún purista dijo, arroz con cosas).
¡Hasta la próxima!
Qué día más cojonudo. Gracias chic@s!!!
ResponderEliminarGracias a ti. Nos vemos en la próxima que no será tarde!!!!
ResponderEliminarVaya cafres, ¿y queréis que me pille una bici? Pocas ganas me dan...
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